EDUCACIÓN SIN VOCACIÓN



Desde edades tempranas la mayoría de las personas con oportunidades educativas comienza a rodearse de docentes que participan en su proceso de formación educativa. Algunos de ellos, esforzándose por realizar de la mejor manera posible su trabajo, otros haciendo de su labor algo apasionante, que los alumnos disfrutan y no sienten correr el tiempo cuando están aprendiendo y un último grupo de docentes desempeñando su labor como último recurso, incluso con desagrado porque no había otra opción o porque como lamentablemente se referían hace algunas décadas a la noble profesión: a trabajar, aunque sea de maestro.

¿Qué es la vocación docente?

“Quien tiene vocación docente es alguien que siente la necesidad de brindarse, de contribuir al perfeccionamiento social, que posee paciencia, comprensión, es altruista, y por sobre todo, ama a los niños y a la juventud” (Fingermann, 2011). 

La vocación en la actividad docente

La vocación en la actividad docente es sustancial, tal vez la profesión docente no sea la más relevante de todas en una sociedad, pero si es fundamental, es inconcebible que se opte por esta profesión sin que se tome con la seriedad y respeto que requiere. Los docentes son parte esencial en el proceso de enseñanza-aprendizaje, una labor deficiente puede limitar el potencial de un alumno, puede crear falsas limitantes e inseguridades en su personalidad, pero un docente con vocación, con responsabilidad, con pasión por la enseñanza y preparación profesional pertinente, puede ser parteaguas de personas extraordinarias. Aunque ninguna de las dos premisas anteriores garantiza que el educando sea el reflejo de su educador, pues son diversos los factores que en ello intervienen, siempre será mejor asumir la tarea docente con dignidad, ética y responsabilidad (Freire, 1994).

“educación con co-razón” porque lo “emotivo”, el sentir humano más íntimo y profundo, está ignorado, relegado, desvalorizado, proscrito, ausente… en lo que se vive cotidianamente en muchas de las escuelas e instituciones educativas. El resultado de la disociación, oposición y antagonismo entre estas dos dimensiones o facetas del ser humano y de su racionalidad, la emotiva y la intelectual, no ha sido otro que la difuminación o anulación de lo corporal y emocional y un desarrollo unilateral e hiperbólico de lo intelectual. En las escuelas hay mucha más “cabeza” que “corazón”, mucha más “mente” que “cuerpo”, mucha más “ciencia” que “arte”, mucho más “trabajo” que “vida”, muchos más “ejercicios” que “experiencias” … mucha más pesadumbre y aburrimiento que alegría y entusiasmo. Y esto es válido para los niños, pero también para los maestros y maestras (María, 2005, p. 21).



Un maestro que asume su quehacer profesional con apego a los principios filosóficos, éticos y legales de la educación mexicana

Una maestra o un maestro, en su práctica cotidiana pone en el centro de su preocupación la protección de los derechos de las niñas, los niños y adolescentes, al tiempo que reconoce sus capacidades, talentos, necesidades, intereses, emociones y características familiares, sociales, culturales y lingüísticas, con formas propias de pensar, sentir e interactuar con el mundo natural y social.

El dominio destaca también la importancia del desempeño profesional honesto, responsable e íntegro, orientado a preservar el derecho y bienestar de los alumnos, es decir, a una maestra o un maestro que realiza su trabajo con un alto espíritu de servicio, profesionalismo e interés público (SEP, 2020, p. 17).

Educar tiene un gran sentido, es un punto de partida para el desarrollo y la transformación social, para coadyuvar a la formación de seres pensantes, de seres capaces de amar y respetar a su prójimo, y para lograrlo el docente tiene el compromiso y responsabilidad de estar en preparación y actualización constante, para tener más y mejores herramientas además de conocimientos, adaptándose a los nuevos cambios que puedan ser aplicables y favorezcan su contexto laboral sin perder de vista el lado humano, sin olvidar que es un pilar de la educación.

La educación como practica liberadora

No obstante, el amor por la docencia debe ser la fortaleza que induzca a lo que Freire denominó en su pedagogía del oprimido; la educación como practica liberadora “La práctica de la libertad sólo encontrará adecuada expresión en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse, y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico” (Freire, 1968, p. 6).

La vocación de un docente no debería considerarse como algo arcaico en una sociedad tecnológica, debe ser el medio para llegar a una transformación social, para recobrar la integridad del hombre como sujeto y no como objeto, procurando la solidaridad y el bienestar común sin perder de vista la realización integral de cada alumno.


Fingermann, H. (2011). Educación. Vocación docente. Recuperado de: https://educacion.laguia2000.com/general/vocacion-docente

Freire, P. (1968). Pedagogía del oprimido. Recuperado

de: https://www.redalyc.org/pdf/869/86901005.pdf

Freire, P. (1994). Cartas a quien pretende enseñar. México: Siglo XXI Editores.

María, T. J. (2005). Educar con "co-razón". España: Desclée De Brouwer.

SEP. (2020, Diciembre). Marco para la excelencia en la enseñanza y la gestión escolar en la educación básica.



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